Jeison Rondón.
Te escribo a ti, que te vibró el alma al sonar un “por ahora”, sintiéndolo como una promesa propia.
Te escribo a ti, que viste como los barrotes de Yare soltaron una chispa, que como la lluvia, primero despacio y luego cada vez más rápido, nos prendió a todos, hasta que inundados de alegría presenciamos que lo que nos prometemos nos cumplimos. Te escribo a ti, que cuando la prepotencia y la mediocridad se autojuramentaron en televisión, para anunciar que no había más alternativa, no te importó arriesgar la sangre para salvar la vida. A ti, que luchaste contra la ignorancia, la propia y la que tiene forma de animal, de sifrinaje. A ti, que pusiste el hombro y los brazos para lo nuevo, que recordaste el pasado y avivaste un odio histórico para forjar una nueva hermandad, de lo bajo, de lo humilde, de lo mejor. A ti, que sentiste que el trabajo puede superar las injusticias. A ti que sentiste llegada la hora del pueblo y que hiciste de la asamblea fue tu segundo hogar, o el primero incluso.Te escribo a ti, que te diste con orgullo por nombre chavista.
Hoy te encuentro como te encontró el 92, encierro en tu casa , triste, en una angustia solitaria del porvenir. Mil y un golpes te alcanzan y la mente no acierta sino a divagar. Anuncian que al frente está lo pasado, te parece raro que lo nuevo se sienta tan conocido. Todo está dolarizado, menos tú, mercancía rebelde, que yaces en tu rincón apartado. Pero no tienes tiempo para pensar; la comida y el gas, el agua y las medicinas; la casa se cae, nadie te va ayudar, pero tu tampoco puedes.
Hoy ya no hay vocerías, sino jefes, la asamblea ya no se reúne y una fría orden de operaciones, vía mensajería de texto, ha remplazado la cálida discusión de los iguales. Ves con incredulidad que el flojo, el corrupto y el escuálido adquieren presencia y poder. Lo que menos te importan son los cargos, sino que a los lobos se les ha confiado el rebaño; esto según “la línea”. Sí, estás seguro, Venezuela es una fortaleza asediada. ¿Pero cómo se defiende una fortaleza asediada con defensores famélicos y entregando las llaves de la misma a los eternos tránsfugas? “La línea”, te responden.
Te hermanaste con Bolívar para soñar lo grande y lo bello. Pero hoy el mundo se ha achicado y pareces que ya no cabes en él, eres un gigante atrapado en la pequeñez. De la revolución agraria y la Ley de Tierras pasaste a la siembra de tu patio y los porrones; de la economía comunal y el control obrero a la solicitud de operativos de venta regulada, del Poder Popular a la elaboración, una y otra vez , del mismo censo y las mismas listas. Lo local se come lo estratégico y a lo local se lo come el tareísmo.
No entiendes nada. Ahora resulta que el egoísmo es la herramienta de la solidaridad, y la acumulación de capitales la del socialismo. ¿En qué punto los dólares en cuentas del extranjero se transformarán en bienestar social? ¿En qué punto los despidos masivos se transformaran en economía socialista? ¿En qué punto la especulación y el latifundio se transformarán en comida y techo para todas las familias? ¿En qué punto la presencia de transnacionales se transforma en soberanía? ¿En qué punto, pues, el fortalecimiento del enemigo histórico y la postergación de la revolución aseguran la victoria del pueblo?
Eres leal, tan leal que cuando te han desplazado has acatado. De todas maneras, luchar es cada vez más difícil. Tu día a día acumula problemas que apenas puedes atender y ya no ves la conexión entre tu cotidianidad y tu militancia, entre tus aspiraciones y tu vida. El egoísmo se va filtrando para plantear problemas que no puede solucionar. “Todo muy bonito, pero nadie me ayuda con la casa, con esto y lo otro...” Si no lo has dicho lo has pesado.
Ya seas que te hayas arrechado y lo hayas mandado todo al cipote, como que estés esperando que “la línea” dé su quimérico fruto, en ti la voluntad da paso a la resignación y la espera de un “ya veremos”. Esa apatía tuya ayuda a dormir contento y tranquilo al corrupto, alegra a las cámaras empresariales y emociona a los agresores extranjeros, todos uno.
Y es que incluso en tu decepción eres el protagonista de todo este cuento. De allí la insistencia en que calles, en que acates, en que “las ordenes no se discuten”. Pero el silencio no es Chavismo.
Ser chavista es participación, es irreverencia permanente y creadora, es la critica demoledora, es el impulso vital a cambiarlo todo. Es dar la vida para acabar con la pobreza y la injusticia conquistando el poder para los pobres y los excluidos. El chavismo es una apuesta vital, a todo o nada, por un significado digno de la vida.
Y te preguntas de nuevo ¿Dónde está Chávez?. ¿No te diste cuenta? ¿No lo notaste cuando sentiste en el corazón cada una de sus palabras? ¿No lo notaste cuando su irrupción hizo que te dejaras de sentir invisible? ¿No lo entendiste cuando él te lo dijo aquella tarde bajo la lluvia?
¡Tú eres Chávez!
Te escribo para que abras la puerta y veas que hay un mundo más allá; que nada será fácil ni vendrá regalado; que hay que luchar, por el futuro, por la esperanza, por lo mejor; que estamos los comunes y somos los comunes, lo de abajo, los el trabajo, el sudor y sufrimiento, los que podemos cambiar el mundo de base, conquistar el poder de una vida digna, libre y soberana.
Te escribo desde la Alternativa Popular Revolucionaria, la APR, para sumar las voluntades que levanten la patria de Bolívar al nivel de los sueños del Libertador. Mucho han dicho y dirán de este esfuerzo, y es que los liquidadores de sueños, los soberbios, los mediocres, privatizadores y neoliberales, te quieren en apatía, “resistiendo” pero no venciendo.
Sabes muy bien que la unidad es la el pueblo trabajador dando la lucha por la defensa de la soberanía popular, para afrontar la batalla contra el capitalismo y así obtener la victoria del Poder Popular y el socialismo.
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